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Cancelar no (siempre) es el fin

11 de febrero de 2022

Nuestra primera cita fue un desayuno en Dublín el día que yo volaba de regreso a México, era el final de un viaje de varios días en el que nos habíamos reencontrado después de tres años de habernos conocido en un primer tour con la misma agencia de viajes. Cada uno regresó a México, vivíamos en ciudades diferentes, yo trabajaba entre semana, él fines de semana y para vernos viajábamos 4 horas en carretera, pero a diario pasábamos horas al teléfono y, cuando hablábamos, la vida tomaba sentido.

Me dio el anillo a los 3 meses y estábamos seguros de que seríamos una de esas parejas a las que les funciona hacer las cosas rápido. Empezamos la emocionante búsqueda, me probé el primer vestido y a pesar de no haber deseado nunca una boda estaba deslumbrada por lo que veía en el espejo y por lo que sentía al verlo, elegimos el jardín, un lugar precioso que a la fecha recuerdo como perfecto para la boda íntima que queríamos, le dimos el anticipo al DJ e incluso algunos familiares y amigos reservaron su hospedaje. La boda estaba planeada para ocurrir cuando tuviéramos un año cuatro meses de relación, pero a los nueve meses tuvimos el primer gran problema y de ahí una etapa de la que no pudimos salir ni fácil ni rápidamente, sucedió lo inevitable: decidimos cancelar. Le avisamos a nuestras familias y amigos, cancelamos a los proveedores, perdimos dinero y fue un golpe duro, muy duro para la relación, pero no el final. Pasaron muchos meses antes de que lográramos equilibrarnos, ya sin la obnubilación del enamoramiento y aunque la decisión nos lastimó (y seguro tampoco fue agradable para quienes nos amaban) ambos estamos convencidos de que nos habríamos divorciado de haber seguido adelante con el plan original; sabemos que hay parejas a quienes les funciona casarse en esa etapa y todo resulta bien, así como hay parejas que no sobreviven la cancelación de una boda y otras que sobreviven cosas muchas peores.

Nos casamos 4 años después estando más centrados, con la determinación de seguir caminando juntos y agradecimiento por poder hacerlo (y, por cierto, nuestras conversaciones siguen dándole sentido a la vida).

Cada pareja es libre de escribir su propia historia.

(¡y por supuesto, de contarla!)  

¿Cuál es la de ustedes?

 

Nuestra primera cita fue un desayuno en Dublín el día que yo volaba de regreso a México, era el final de un viaje de varios días en el que nos habíamos reencontrado después de tres años de habernos conocido en un primer tour con la misma agencia de viajes. Cada uno regresó a México, vivíamos en ciudades diferentes, yo trabajaba entre semana, él fines de semana y para vernos viajábamos 4 horas en carretera, pero a diario pasábamos horas al teléfono y, cuando hablábamos, la vida tomaba sentido.

Me dio el anillo a los 3 meses y estábamos seguros de que seríamos una de esas parejas a las que les funciona hacer las cosas rápido. Empezamos la emocionante búsqueda, me probé el primer vestido y a pesar de no haber deseado nunca una boda estaba deslumbrada por lo que veía en el espejo y por lo que sentía al verlo, elegimos el jardín, un lugar precioso que a la fecha recuerdo como perfecto para la boda íntima que queríamos, le dimos el anticipo al DJ e incluso algunos familiares y amigos reservaron su hospedaje. La boda estaba planeada para ocurrir cuando tuviéramos un año cuatro meses de relación, pero a los nueve meses tuvimos el primer gran problema y de ahí una etapa de la que no pudimos salir ni fácil ni rápidamente, sucedió lo inevitable: decidimos cancelar. Le avisamos a nuestras familias y amigos, cancelamos a los proveedores, perdimos dinero y fue un golpe duro, muy duro para la relación, pero no el final. Pasaron muchos meses antes de que lográramos equilibrarnos, ya sin la obnubilación del enamoramiento y aunque la decisión nos lastimó (y seguro tampoco fue agradable para quienes nos amaban) ambos estamos convencidos de que nos habríamos divorciado de haber seguido adelante con el plan original; sabemos que hay parejas a quienes les funciona casarse en esa etapa y todo resulta bien, así como hay parejas que no sobreviven la cancelación de una boda y otras que sobreviven cosas muchas peores.

Nos casamos 4 años después estando más centrados, con la determinación de seguir caminando juntos y agradecimiento por poder hacerlo (y, por cierto, nuestras conversaciones siguen dándole sentido a la vida).

Cada pareja es libre de escribir su propia historia.

(¡y por supuesto, de contarla!)  

¿Cuál es la de ustedes?

 

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